El ganchillo y los niños

Recuerdo perfectamente cuando empecé a tejer ganchillo. Tenía unos 8 o 9 años y fueron mi madre y mi abuela quienes me enseñaron. Primero, cadeneta con los dedos; después, con aguja, la del 00 que era la más gruesa de las famosas Dama; y finalmente, los puntos bajo, alto, medio alto... Me trae mucha nostalgia traer esos momentos a mi memoria. Y es que en estos días de descanso, han vuelto a mi gracias a Silvia, mi prima de 8 años que se ha sentado a mi lado, aguja y lana en mano a hacer ganchillo con la misma ilusión, calma y paciencia con la que yo lo hacía. Y me ha encantado ver el efecto mágico que produce realizar tarea artesanal en aquella persona que se inicia y consigue crear con sus manos lo que ronda en su mente. Más aún si se trata de una niña, que convierte sus sencillas flores de cadenetas en un adorno del pelo que probablemente conserve para siempre.
Y esta experiencia me hace ver cuán beneficiosa es una tarea artesanal como es el ganchillo, y como son otras muchas labores, para los niños y niñas. No es sólo que desarrollan su motricidad fina, es que es un momento de calma, de creatividad, de unión con el adulto que le enseña, de proyección de sus intereses y gustos y de disfrute. Un retorno al silencio, a la concentración en sus manos y al descubrimiento de su CAPACIDAD DE HACER, de transformar una lana en un rizo, una pulsera, una horquilla...
Bienvenida Silvia al ganchillo. Estás enganchada y más que te engancharás. Yo te acompaño cuando estemos juntas si quieres y tejemos todo lo que se nos ponga por delante. Pronto, otro tejedor nos acompañará, ya verás, está en ello.

 




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